Imagínate que te encuentras sólo en medio
de un gran desierto. Dispones de pocos víveres y medios para avanzar. Aunque no
sabes exactamente donde te encuentras, sabes que hacia el Norte hay una gran
ciudad, hacia el Oeste hay una densa zona de poblados, hacia el Este hay un
gran Oasis y hacia el Sur nace una selva tropical que te podrá abastecer sin
límites de agua, frutos y plantas comestibles. ¿Qué haces?
Si de verdad quieres salir del atolladero
tendrás que tomar una decisión, seguir una dirección y no detenerte hasta
alcanzar la meta.
Lo peor será que decidas ir hacia el Norte
y a mitad de camino empieces a dudar y al final decidas ir hacia el Este. Luego
vas hacia el Sur, más adelante ves más clara la posibilidad de buscar alcanzar
los poblados del Oeste, pero al final acabas volviendo al plan inicial que te
llevaba hacia el Norte. Si actúas así, amigo mío, corres el serio riesgo de
terminar andando en círculo o, lo que viene a ser lo mismo, de forma errática.
Sin embargo, si apuestas por la dirección
Norte y te mantienes firme en ella aunque pasen días sin ver un Horizonte
diferente, tus probabilidades de éxito serán mucho mayores. Cuando llegues a la
gran ciudad, tiempo tendrás de recuperar fuerzas y si quieres podrás hacerte
con los medios para más adelante salir nuevamente de viaje, ya de forma mucho
mejor organizada y aprovechando el conocimiento acumulado por la experiencia
pasada. Quizás te apetezca visitar ahora la selva tropical y te dirijas hacia
el Sur. Si eres astuto y sabes mantenerte fiel a tu propósito inicial tendrás
muchas opciones de terminar visitando todos los sitios dignos de ser
descubiertos que rodean ese desierto. Pero para que tu plan tenga sentido
deberás dotarlo de dirección.
Si eres practicante de Yoga quizás te
hayas apercibido de que el principio subyacente a esta metáfora también se
aplica a las clases. Normalmente los ejercicios que sirven para desentumecerse
y entrar en calor van todos juntos. Las posturas que trabajan en una misma
dirección, por ejemplo las flexiones hacia adelante, se agrupan en un mismo
bloque. Lo mismo ocurre con las extensiones hacia atrás, las posturas de
fuerza, las posturas de pie y en triángulo, las posturas de equilibrio y las
invertidas.
Date cuenta que dentro de ti hay seis
puntos cardinales y que a través de la sesión de Yoga es cómo si realizaras un
viaje interno. Así para llegar a los confines más alejados de tu fuero interno
es preferible acumular esfuerzos en una misma dirección hasta alcanzar el punto
más lejano de la misma y entonces trabajar en otra dirección, y así
sucesivamente.
Si por contra usas tu energía y tu empeño
de forma desordenada y sin criterio, primero haces una postura hacia adelante
(la pinza, por ejemplo) y luego haces una extensión (por ejemplo, la cobra), a
continuación otra hacia adelante (el arado) y de ahí pasas a otra hacia atrás
(el arco), poquito será lo que logres avanzar en cualquier dirección. El mismo
sinsentido ocurrirá si alternas al azar posturas de pie con posturas
invertidas, posturas de fuerza con otras de meditación o expresión corporal.
Porque en todos esos casos tus energías se dispersarán como dispersas corren
las aguas de los riachuelos en las praderas de las altas montañas. Pero cuando
esas aguas se van fundiendo formando pequeños afluentes que terminan
alimentando algún río mayor y se canaliza ese caudal con destreza acumulándolo
en la misma dirección, entonces se puede aprovechar alguna cascada en su curso
para generar gran cantidad de electricidad e incluso poder iluminar una ciudad
entera.
Ahora tú eres esa ciudad que quiere ser
iluminada. Poco a poco tienes que ir canalizando tus energías internas,
quitando los muros que impidan o entorpezcan su fluir, hasta conseguir que una
gran cascada de Luz se desprenda por tu columna vertebra y entonces instalar
una gran dinamo en tu corazón para que convierta ese chorro de energía en un
recurso que pueda ser usado y acumulado a voluntad.
Aportación: 10 €.
Taller de Hatha Yoga en los alrededores de
Altea, al aire libre, domingo 28 de enero de 2018, de 11:00 a
13:30, en algún lugar de la costa de Altea. Desde un enfoque inclusivo,
una propuesta que ofrece, en su vertiente más física, posturas que pueden ponerse
en práctica según diferentes variantes, en una adaptación mutua entre el Yoga y
el adepto.
Aportación: 10 €.
No hay viento favorable para quien no sabe a donde va.